Revolución
De las muchas revueltas que sacudieron a Rusia en 1917, las revoluciones de febrero y octubre en la capital, Petrogrado, resultaron ser decisivas. Mientras que la Primera Guerra Mundial se arrastraba a lo largo de su tercer año, en Rusia crecía el descontento hacia el reinado de la dinastía Romanov, agravado por la gran cantidad de pérdidas de vidas humanas, y empeorado por la escasez de alimentos. A principios de 1917, una serie de huelgas sacudieron Petrogrado. El 8 de marzo (el 23 de febrero del calendario juliano), varios grupos de mujeres abandonaron sus trabajos, uniéndose en poco tiempo a ellas cientos de miles de sus compatriotas. En el plazo de una semana, los soldados del regimiento de la ciudad desobedecieron las órdenes de dispersar a la multitud y se pasaron al bando de los huelguistas. [Continúa en la parte inferior de la página]
A medida que el apoyo de las élites iba desapareciendo, el zar Nicolás II decidió abdicar, pensando en un primer momento en designar a Alexei, su hijo hemofílico de 13 años, para que reinase mientras que su tío, el Gran Duque Mikhail Alexandrovich, se encargaba de la regencia. Presionado por sus generales, Nicolás abdicó también en nombre de su hijo, dejando solo a Mikhail Alexandrovich, quien renunció al trono por falta de apoyo tanto por parte de la élite rusa como por parte del pueblo. En medio del desorden civil, la Duma, el Parlamento Imperial, actuó de manera independiente para formar un Gobierno Provisional, que enseguida se comprometió a continuar la participación de Rusia en la guerra. Aun así, desde el comienzo, tuvo que enfrentarse a una situación descrita como “poder dual” ya que competía con el soviet -o asamblea- de Petrogrado, elegido por votación popular, en el que los partidos radicales, obreros y soldados estaban representados.
Un partido de marxistas revolucionarios liderado por Vladimir Lenin, los bolcheviques, hizo campaña a favor de la reforma de la tierra, la soberanía popular de los soviets, y el fin inmediato de la Primera Guerra Mundial. Comenzando en abril, a lo largo del verano y hasta bien entrado el otoño, el partido consiguió el apoyo de obreros, soldados desilusionados e intelectuales radicales. Una agitación espontánea a principios de julio animó al Gobierno Provisional a reprimir a los bolcheviques. En septiembre, el partido recobró su legitimidad cuando usó su influencia entre obreros y soldados para movilizar al ejército para impedir un intento de golpe de estado militar contrarrevolucionario, del que el Gobierno Provisional había alentado pero que había sido incapaz de parar cuando la situación se volvió incontrolable.
La Revolución del 25 de Octubre (el 7 de noviembre del calendario juliano) vio como las milicias armadas leales a los bolcheviques derrocaron al Gobierno Provisional. Los bolcheviques tomaron el poder en nombre de los soviets y establecieron un ejecutivo, el Consejo de Comisarios del Pueblo, encabezado por Lenin. Inmediatamente, este Consejo emitió decretos demandando paz, tierra y poder popular. Llamando a su gobierno una “dictadura del proletariado”, los bolcheviques hicieron realidad sus promesas marginando a las antiguas élites imperiales, los aristócratas y los capitalistas. Aunque popular en Petrogrado, la toma del poder allanó el camino hacia la brutal Guerra Civil Rusa, que comenzó poco después. Emergiendo maltrechos pero victoriosos en 1922, los bolcheviques lideraron la formación de la Unión Soviética.
En años posteriores, la Revolución de Octubre se convirtió en la celebración más importante de la Unión Soviética, siendo su aniversario un día festivo en el calendario soviético. Ya en 1918, el Partido Comunista organizó, el 7 de noviembre, festivales con representaciones teatrales. En 1928, el director soviético Sergei Eisenstein inmortalizó los acontecimientos de la Revolución de Octubre en una película, recreando -y embelleciendo- la toma del Palacio de Invierno. Representados en obras literarias, bellas artes, museos, producciones teatrales, películas, monumentos y propaganda impresa, los acontecimientos y personajes claves de la Revolución crearon los cimientos de un sentido de identidad que fusionó a la Unión Soviética con el Partido Comunista.
Lecturas recomendadas y referencias
Laura Engelstein, Russia in Flames: War, Revolution, Civil War, 1914--1921 (Oxford University Press, 2017).
China Miéville, October: The Story of the Russian Revolution (Verso, 2017)
Alexander Rabinowich, The Bolsheviks Come to Power (Indiana University Press, 1976)