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Industria

Durante la mayor parte de los setenta y cuatro años de vida de la Unión Soviética, la industrialización fue su principal razón de ser. En medio del caos de la Guerra Civil Rusa (1918-1922), el estado dominado por los bolcheviques fue capaz de mantener su esfuerzo bélico gracias al control que ejerció sobre, prácticamente, toda industria importante. Había radicales que veían la nacionalización de la industria como parte de un paso rápido del capitalismo al comunismo pero, realísticamente hablando, esta nacionalización se produjo como resultado del colapso de la industria. El número de trabajadores se redujo a menos de la mitad que en 1917, lo que creó iniciativas para militarizar a mineros y trabajadores de fábricas para así paliar la escasez de mano de obra. A finales de 1921, Vladimir Lenin introdujo la Nueva Política Económica (NEP por sus siglas en ruso), la cual hizo posible que la actividad económica privada y estatal coexistieran, lo cual incentivó la reconstrucción económica. [Continúa en la parte inferior de la página]

Los organismos gubernamentales controlaban “los planes dominantes” de la economía, en los cuales se incluía el comercio internacional, la banca, el transporte y, sobre todo, la industria pesada que había sobrevivido a la guerra. Esta mezcla con la empresa privada en los sectores de alimentación, servicios y bienes de consumo hizo que se acelerara la recuperación económica. Dentro del Partido Comunista hubo un gran número de debates sobre cómo llevar a cabo la industrialización, con qué rapidez, y cómo financiar las importaciones de la maquinaria que era necesaria.

En 1928, Iósif Stalin, tras haber derrotado a sus rivales y asegurado su poder político, puso fin a estos debates cuando dio su apoyo a un programa rápido de industrialización, el cual evocaba el plan que había propuesto uno de sus rivales, León Trotsky. Stalin y sus partidarios favorecieron el control centralizado del estado y vieron a la industria pesada como una pieza clave para defender a la URSS de sus numerosos enemigos. La Unión Soviética adquirió herramientas mecánicas, líneas de montaje y proyectos de empresa occidentales, desesperada salvaguardar su economía en medio de la Gran Depresión.

Durante el primer Plan Quinquenal (1928-32), la Unión Soviética trajo al país ingenieros estadounidenses para que construyeran cadenas de montaje similares a las que había en las fábricas de coches Ford en sus fábricas de tractores, camiones y automóviles, y que estas cadenas de montaje también pudieran tener la capacidad de producir tanques, aviones y todo aquello necesario para equipar un ejército moderno. Al invertir todo rublo disponible en la industria pesada, el estado estalinista obligó a los obreros a trabajar a cambio de tan solo pequeñas raciones de comida, ropa, calzado y otras necesidades. Asimismo, el estado pagaba la construcción de estas plantas industriales con el dinero que conseguía de la venta de las cosechas requisadas de los campesinos que habían sido brutalmente obligados a trabajar en las granjas colectivas, y de la venta de las materias primas que, con frecuencia, habían sido extraídas mediante trabajos forzosos. El primer Plan Quinquenal logró increíbles victorias en el campo de las relaciones públicas, pero con un coste enorme. Es interesante observar como las grandiosas cifras oficiales mostraban que la producción industrial se había duplicado -y más que duplicado en algunos sectores- y que el crecimiento era impresionante, especialmente cuando se comparaban con el fracaso de las economías de los países capitalistas fuertemente afectados por la Gran Depresión.

Durante la Segunda Guerra Mundial, las grandes inversiones hechas en la década de los años 30 del siglo XX dieron excelentes resultados. Los programas individuales demostraron su valor al trabajar día y noche para equipar al Ejército Rojo. Construida estratégicamente en la estepa árida al este de los Montes Urales, la mayor fábrica de acero, Magnitogorks, produjo la mitad del acero que se usó en la fabricación de tanques soviéticos durante la guerra. Asimismo, tras el ataque sorpresa alemán, el gobierno reaccionó trasladando a lugares seguros, más allá del alcance del enemigo, a 1500 empresas estratégicamente importantes que se encontraban en las regiones occidentales de la URSS. De esta manera, la Unión Soviética pudo continuar la lucha incluso después de que las regiones industriales en la parte occidental del país cayeran en manos alemanas en 1941. Para el año 1945, la Unión Soviética había perdido no solo alrededor de 32.000 fábricas sino también la mitad de su red de ferrocarriles, lo que representaba un porcentaje muy importante de su capital industrial. Celebrando por todo lo alto su victoria, aunque sufriendo a la vez por la pérdida de más de 25 millones de sus ciudadanos, la Unión Soviética tuvo que hacer frente a nuevas penurias. La escasez de alimentos en la época de postguerra coincidió con las medidas de austeridad designadas para acelerar la reconstrucción de la nación y, en 1947, impulsar el rearme provocado por la Guerra Fría con Estados Unidos. Según la versión oficial, la producción industrial se recuperó rápidamente y enseguida alcanzó los niveles de antes de la guerra, pero en realidad la reconstrucción duró hasta bien entrada la década de los años 50.

Aunque el sector industrial de la Unión Soviética había ayudado en gran medida a ganar la guerra, a largo plazo resultó ser una base económica inestable y estar llena de beneficios contradictorios. Al favorecer la producción de acero sobre la fabricación de zapatos, la economía con base industrial que los líderes de la postguerra habían ayudado a desarrollar en su juventud en los años 30 demostró ser lo suficientemente buena para ganar la guerra, hecho que impidió a la mayoría de estos líderes ver la necesidad de innovar y diversificar. En torno a 1960, el jefe del estado Nikita Khrushchev comenzó a invertir en fibras sintéticas y productos químicos para la agricultura, sectores en los que la Unión Soviética se encontraba muy atrasada. En ese momento, la Unión Soviética descubrió en su territorio grandes reservas de petróleo y gas que, de manera muy lucrativa, comenzaron a exportar a Europa Occidental durante el boom de las fuentes energéticas de los años 70 del siglo XX. Los beneficios de esta venta se dedicaron a la financiación de la importación de bienes de consumo para garantizar la estabilidad dentro del país, y a la inversión en importantes sectores tecnológicos altamente secretos dedicados a la industria y al ejército. Las inversiones dedicadas a modernizar el capital industrial, por el contrario, dieron pocos beneficios. Aunque la Unión Soviética ensalzaba una “revolución tecnocientífica”, continuaba dependiendo de un modelo industrial heredado de los años 30. Había pocos incentivos que estimularan las empresas ya existentes, o a sus gerentes, a innovar. Mientras la economía de los países capitalistas pasaba por una etapa de desindustrialización a la vez que se experimentaba un crecimiento de las empresas post-industriales basadas en los servicios y la información, la Unión Soviética avanzaba lentamente arrastrada por su limitada economía de consumo, una aversión a los sistemas informáticos y el freno que la burocracia imponía sobre la eficiencia. Hacia la mitad de la década de los años 80 del siglo XX, el nuevo secretario general Mikhail Gorbachov heredó un sector industrial que necesitaba desesperadamente ser modernizado pero que se mostraba muy reacio a todo de reforma.

Lecturas recomendadas y referencias

Stephen Kotkin, Magnetic Mountain: Stalinism as a Civilization (University of California Press, 1995).

Stephen Kotkin, Steeltown, USSR: Soviet Society in the Gorbachev Era (University of California Press, 1991).

Moshe Lewin, The Soviet Century (Verso, 2005).

Moshe Lewin, The Making of the Soviet System: Essays in the Social History of Interwar Russia  (New Press, 1985).

Alec Nove, An Economic History of the USSR, 3rd ed. (Penguin, 1993).

Seventeen Moments of Spring, "Economics" http://soviethistory.msu.edu/theme/economics/