Guerra Civil
Para Rusia, la Guerra Civil representó el punto más álgido de una era desastrosa que comenzó con la Primera Guerra Mundial y la Revolución de 1917. Impulsados por el apoyo del pueblo, movilizado con el eslogan de Vladimir Lenin “¡Todo el poder para los Soviets!” y su oposición a seguir luchando en la Primera Guerra Mundial, los bolcheviques se hicieron con el poder en la capital rusa, Petrogrado, en octubre de 1917. Los bolcheviques derrocaron al débil Gobierno Provisional sin apenas violencia, hecho este que desencadenó un conflicto atroz. [Continúa en la parte inferior de la página]
Con Lenin a la cabeza, el Sovnarkom (el Consejo de Comisarios del Pueblo) se declaró el defensor de los explotados y en contra de los opresores, los capitalistas y la aristocracia terrateniente.
Sus proclamas iniciales reconocían que los campesinos se hicieran con la tierra de los aristócratas y pedían el fin inmediato de la Primera Guerra Mundial. Con la esperanza de obtener una parte de la tierra de sus pueblos, los soldados del imperio ruso desertaron en masa y regresaron a sus casas. Los alemanes rechazaron el llamamiento a la paz bolchevique y siguieron avanzando en busca de la comida que necesitaban en su inestable frente interno. Organizado con gran destreza por el líder bolchevique León Trotsky, el Ejército Rojo se convirtió en una fuerza eficaz compuesto por proletarios y campesinos dirigidos por antiguos oficiales del ejército imperial, y supervisado por leales comisarios bolcheviques. La retórica revolucionaria elevó el estatus de los trabajadores por encima del de las antiguas clases altas, las cuales fueron acusadas de ser la clase enemiga, obligadas a compartir con la clase obrera sus lujosas residencias, realizar trabajos de baja categoría, y vivir con escasísimas raciones de comida; estas humillaciones hicieron que muchos se marcharan al exilio o se unieran a las fuerzas anti-bolcheviques. En 1918, una serie de asesinatos de perfil alto y un intento de acabar con la vida de Lenin desataron el Terror Rojo. Sovnarkom otorgó el poder a la Cheka, la policía secreta, para que interrogara y metiera en prisión, mandara al exilio, o ejecutara a individuos y miembros de aquellos grupos, como por ejemplo las antiguas clases altas, que eran considerados hostiles a la revolución. Las fuerzas anti-bolcheviques, como contrapartida, ejecutaron sumariamente a comunistas y proletarios. Todas las partes cometieron atrocidades contra los civiles. Las comunidades judías sufrieron matanzas en la zona oeste del imperio, incitadas por la creencia de que los judíos -parte de los miembros de la cúpula bolchevique eran judíos- eran los responsables de la revolución.
Los bolcheviques lucharon contra muchos enemigos, más que contra una oposición unificada. Además del frente principal en el que combatía contra un descoordinado Ejército Blanco dirigido por antiguos oficiales zaristas, el Ejército Rojo tuvo también que luchar contra nacionalistas regionales y anarquistas campesinos. En el noroeste, los alemanes y, después, el Ejército Blanco amenazaron Petrogrado, el lugar de origen de la revolución. En el Cáucaso norte, Ucrania hoy en día, y Crimea, el Ejército Rojo luchó uno detrás de otro contra alemanes, el Ejército Blanco, nacionalistas ucranianos y anarquistas campesinos. A lo largo del Río Volga y en el área al este del ferrocarril transiberiano, las fuerzas revolucionarias lucharon contra el Ejército Blanco y contra contingentes de antiguos prisioneros de guerra checoslovacos. Los alemanes se habían retirado a fines de 1918, pero a ellos les siguieron las fuerzas del Entente, el cual mandó pequeños destacamentos a ciudades portuarias que mostraban una oposición tibia con respecto los revolucionarios. Antes de que el año 1919 finalizara, las fuerzas anti-bolcheviques se encontraban en plena retirada en todos los frentes. Aun así, la crisis continuaba. En 1920, las fuerzas de la nueva nación independiente de Polonia invadieron Rusia, llegando a alcanzar Kiev. El contraataque del Ejército Rojo avivó las esperanzas de extender la revolución más allá de las fronteras rusas, pero estas esperanzas se frustraron tras su derrota a las puertas de Varsovia. Una serie de conflictos fronterizos continuaron en el Cáucaso, Asia Central y Siberia. Entre 1920 y 1921, los campesinos al sur de Moscú se rebelaron, el país se veía amenazado por la hambruna, y las unidades militares que habían apoyado a los bolcheviques en 1917 se alzaron contra el Sovnarkom, al cual acusaron de antidemocrático y centralizador.
La Rusia soviética emergió de la Guerra Civil con un gobierno que controlaba la actividad económica, tenía una sociedad militarizada, vigilaba constantemente a las masas, y demostraba una gran indiferencia hacia la vida individual de las personas. Tanto los bolcheviques como sus enemigos afirmaban que el partido operaba como una estricta jerarquía sometida a una disciplina de hierro. En realidad, Lenin tenía que lidiar con constantes luchas internas, desacuerdos políticos y, en regiones lejos de Moscú, un regionalismo tenaz. Aunque la forma de ver el mundo y las prácticas comunes del bolchevismo ayudaron a unificar sus fuerzas, el Sovnarkom ganó la Guerra Civil ya que controló las ciudades, la industria, la red de ferrocarril y los centros de población más importantes del país. Pero lo que en realidad ganaron fue una nación destrozada cuyos habitantes se veían forzados a hacer trueque para poder conseguir un poco de la escasa comida que había. Para el año 1921, la producción industrial se había reducido a un 20 por ciento de la producción de 1913. Además de los millones de bajas que el imperio ruso sufrió durante la Primera Guerra Mundial, en la Guerra Civil murieron al menos un millón más de personas. Las cosechas disminuyeron, lo que causó una malnutrición que coincidió con una crisis en la salud pública debido al colapso de los sistemas médico y de saneamiento, situación que facilitó la propagación del cólera, la gripe y otras enfermedades pandémicas. Entre 1921 y 1922, el hambre se extendió a lo largo del Volga Bajo, lo que causó millones de muertos a pesar de toda la ayuda internacional que esta región recibió. Amenazado por el colapso económico y la rebelión, Lenin mezcló represión y consenso, intentando así facilitar la reconstrucción del país. Su Nueva Política Económica combinaba el control del estado con la iniciativa privada. Sin embargo, los líderes del partido no olvidaron la violencia y la represión de la Guerra Civil y, cuando la Nueva Política Económica entró en crisis en 1928, Iósif Stalin utilizó la violencia y la represión para imponer sus exigencias sobre el cultivo de cereales y colectivizar la agricultura en el campo para su programa de industrialización rápida.
Lecturas recomendadas y referencias
Laura Engelstein, Russia in Flames: War, Revolution, Civil War, 1914--1921 (Oxford University Press, 2017).
Sheila Fitzpatrick, The Russian Revolution, 3rd ed. (Oxford University Press, 2017).
Seventeen Moments of Soviet History, [1917] (http://soviethistory.msu.edu/1917-2/)http://soviethistory.msu.edu/1917-2/and [1921] (http://soviethistory.msu.edu/1921-2/)http://soviethistory.msu.edu/1921-2/